La novela de una generación indignada

Lo que encontré bajo el sofá, de Eloy Moreno

Reseña


Por fin puedo leer algo de Eloy Moreno. El inconveniente de recurrir a la biblioteca para leer es que normalmente sólo tienen un ejemplar de cada título y cuando se desata el boom en torno a un autor ya puedes armarte de paciencia para coger alguno de sus libros porque siempre están en préstamo. De hecho, quería empezar por El bolígrafo de gel verde peeeero... estaba prestado. Suerte la mía que me topé con Lo que encontré bajo el sofá.

He leído comentarios que decían que era la novela más floja de su bibliografía, pero yo no tengo referencias y la verdad es que me ha gustado e inquietado/hecho reflexionar al mismo tiempo.


Me ha gustado porque...

Todo termina encajando y me encanta. Me parece una gran habilidad el conseguir que todas las tramas de una historia acaben encajando de forma tan redonda. Además me he enamorado de Toledo como Alicia; de sus calles, sus misterios y sus siete citas.

También me ha parecido curiosa la forma que tiene el autor de ir desplazándose por las calles, portales y edificios para contarte cómo es la vida de la gente y retratarla, descubriéndote que en realidad no somos tan diferentes unos de otros. Tendemos a pensar que nuestros problemas son los más graves. Luego te das cuenta de que no es así y que hasta la persona que menos esperabas podría tener más en común contigo de lo que piensas. Y además darte un buen consejo.

Uno de mis fragmentos favoritos es ese que dice que no existen los momentos adecuados:

Eloy Moreno



Un pero...

Como al autor no le gustan las sinopsis no tenía ni idea sobre lo que esperar, cosa que, por una parte, me gusta el lanzarme a ciegas y ver qué hay dentro. Pero también me costó un poquito engancharme porque no acababa de ver hacia dónde iba lo que se me estaba contando, no me ubicaba. Y mira que la ciudad está bien presente durante toda la historia.


La reflexión...

Es inquietante que siga estando tan de actualidad la temática de la novela. Un acertado retrato de una sociedad indignada, más que de una generación, diría yo. Y me quedo con una frase para ilustrar esto: todos somos corruptos en algún nivel. Una gran verdad porque seguramente todos hemos hecho trampas alguna vez, que no están a la altura de la corrupción política, obviamente, pero que se pueden considerar corrupción dentro de nuestras modestas posibilidades.

Menos mal que de alguna manera hay un "happy ending" –o agridulce, según se mire– que nos recuerda que hay cosas buenas por las que seguir adelante: una ciudad a la que volver, una hija, una familia, una pareja, nuevos amigos, un misterio que nos saca de la rutina... O un recuerdo, aunque no sepamos lo que puede durar.

"¿Quién decide lo que dura un recuerdo?"

La obligación de la memoria es cargar con las cosas como son, decía Ray Loriga (Tokyo ya no nos quiere). Afortunadamente, quien tiene memoria también tiene olvido. Aunque después de leer Lo que encontré bajo el sofá estaría bien no olvidar su mensaje.




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